lunes, 25 de octubre de 2010

Son todos iguales, de distintas formas, iguales al final


La besó tanto tiempo como él consideró necesario
, hasta darse cuenta de que era ella quien llevaba la delantera y quería seguir besándolo, y entonces se separó. Sonrió y la tomó de la mano, y sin decir palabra la arrastró para adentro. Sabía, por experiencia, que era infinitamente más probable conseguir sus propósitos si le hacía creer que ella era la que estaba acelerando los trámites, de ahí su estrategia. Buscaba hacerla sentir especial, distinta, pero también debía hacer que ella lo viera
como un juguete y no como algo serio, algo pasajero pero constante. Debía, claro, mentirle.

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